Las mujeres víctimas de violencia conyugal realizan un esfuerzo sobrehumano para concretar su llamada telefónica. No sólo el timbre de teléfono debe ser atendido, la voz que les habla debe comprender, adivinar, presagiar, dudar, alertar, proteger, contener, intuir, organizar…Esta compleja operación de primera contención y asesoramiento requiere un entrenamiento específico.
Siempre es útil no olvidar que las mujeres víctimas de violencia no tendrán en la comunidad más amplia, más que un solo refugio (difícil que no esté colmada su capacidad) y que su vidas están siendo permanentemente controladas por sus compañeros. Cada minuto dedicado a salvar la propia existencia es una opción terrorífica para una mujer que teme ser sorprendida rompiendo su rutina. Aún al llamar corren peligro. Llamar es un acto de coraje y el símbolo de búsqueda de salida.
Si llama y no es atendida con la especificidad necesaria, casi con seguridad, esa mujer se sentirá sin semejantes en la vida y es hasta probable que abandone, al menos transitoriamente, su lucha por la vida. Puede reintentarlo, mucho después. Pero, y ¿el peligro? ¿Quién puede olvidar que muchas de estas situaciones terminan en feminicidio u homicidio del agresor?
Lic. María Cristina Vila
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